Patio

Desde hace un par de semanas, la emotividad me venia jugando unos traspies. ¿Será el día nublado?, ¿será la economía?, ¿será la incertidumbre del día a día? Tantas cosas para imputar, pensaba. Era fuera de lo habitual. Un poco de ansiedad y melancolía. ¡Justo a mi que soy un tipo duro !

Finalmente pude dar con el motivo. La culpa era de Dora, (mi eterna amiga), que me había visitado en casa y me contó que estaba por venir desde Alemania, su hijo Paul, el hijo de su pareja, el eterno Eckart.

Hace 13 años que no nos veimamos. Pero será por las condiciones en las que nos conocimos, donde compartimos alegrías y el dolor de la perdida de Eckart, que nos hermanamos. Y esa sensación, volvió a correr cuando nos volvimos a fundir en un abrazo.

Siempre en ese patio, el mismo patio de interminables charlas, lecturas de política, historia y filosofía (vinos de por medio), que nos llevaba hasta altas horas de la madrugada, con Dora y Eckart, rodeados de plantas y animales, sin importar tener que ir a laburar al otro día.

Estar en ese patio, siempre me da la sana ansiedad de la vida.


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