Tecnofeudalismo según Varoufakis: Cuando la Nube Reemplazó al Mercado

El economista griego Yanis Varoufakis plantea en su obra de 2023, Tecnofeudalismo, una tesis tan audaz como provocadora: el capitalismo, como sistema socioeconómico, ha muerto. Su sucesor no es el socialismo, como anticipaban las teorías marxistas del siglo XX, sino un sistema fundamentalmente diferente y, en su opinión, aún más regresivo, al que denomina «tecnofeudalismo».

Este argumento se basa en la convicción de que la transformación económica y social que ha tenido lugar en las últimas dos décadas es tan sustancial que los términos del pasado, como «hipercapitalismo» o «capitalismo de plataformas», resultan inadecuados.

Varoufakis insiste en la importancia de una nueva denominación, pues el lenguaje que utilizamos para describir un sistema no es neutral; por el contrario, influye directamente en si lo perpetuamos o lo desafiamos Para el autor, nombrar este nuevo orden tecnofeudalismo es un acto político y un paso crucial para comprender sus dinámicas y, en última instancia, combatirlas. La mutación, según el análisis de Varoufakis, se gestó en un momento de crisis singular: la implosión del sector bancario en 2008. La respuesta de los bancos centrales del G7, que inyectaron masivas cantidades de dinero público en el sistema financiero, sirvió como el catalizador principal que permitió el ascenso de una nueva forma de capital y, con ello, de una nueva clase dominante.

La Arquitectura del Tecnofeudalismo: Dos Pilares Substituidos

1.1. La Victoria de la Renta sobre el Beneficio

El corazón de la tesis de Varoufakis reside en la sustitución de los dos grandes pilares del capitalismo: el beneficio y los mercados. El capitalismo se impuso cuando el beneficio, entendido como la ganancia obtenida por empresarios que invierten en bienes que no existían y son vulnerables a la competencia, prevaleció sobre la renta, el dinero que deriva del acceso privilegiado a bienes cuya oferta es rígida, como la tierra fértil o el suelo con recursos fósiles.

Si bien el capitalismo no eliminó por completo la renta (la mantuvo en cuatro formas: financiera, del suelo, de monopolio y de marca), la nueva era digital ha permitido su resurgimiento triunfal. La aparición del «capital en la nube» en la primera década del siglo XXI, encarnado por empresas como Google y Apple, dio origen a la «renta de la nube». Esta nueva forma de renta, que el autor equipara a la renta de la tierra en la era feudal, es extraída por los dueños de este capital digital a sus vasallos, los antiguos capitalistas tradicionales.

1.2. Del Mercado al Feudo de la Nube

En el tecnofeudalismo, el comercio ya no se rige por los principios del mercado capitalista, donde la competencia y la oferta y la demanda determinan los precios. En su lugar, el comercio se sitúa en los «feudos de la nube», dirigidos por los algoritmos del capital.

Plataformas como Amazon o Alibaba no son mercados; el algoritmo propietario de la nube aísla a compradores y vendedores, y al ser el intermediario indispensable para el contacto, se reserva el poder de cobrar grandes rentas a los capitalistas vasallos por el acceso a sus clientes.

Este modelo se apoya en una forma de coerción que Varoufakis denomina «tecno-terror limpio». A diferencia de los señores feudales que usaban matones para romper las rodillas de sus vasallos, los dueños del capital en la nube no necesitan violencia física. Basta con eliminar un enlace, un perfil o un sitio web para dejar a un vasallo (sea una empresa o un individuo) completamente fuera del juego digital, perdiendo de golpe el acceso a su clientela y medios de subsistencia.

1.3. El Origen de la Mutación: 2008 y el Dinero de los Bancos Centrales

La crisis de 2008 fue la partera de este nuevo sistema. En un intento por salvar a los bancos occidentales, los bancos centrales del G7 implementaron una política de «socialismo para los banqueros», liberando ingentes sumas de dinero que no se destinaron a inversiones productivas sino a la recompra de acciones por parte de las grandes empresas. Esto provocó un aumento estratosférico en el precio de las acciones, enriqueciendo a los dueños del capital de forma pasiva. Fue en este contexto que empresarios como Jeff Bezos y Elon Musk construyeron su capital en la nube, incrementando su riqueza en un orden de magnitud sin necesidad de producir bienes ni servicios. La pandemia de COVID-19 sirvió para consolidar esta transformación, ya que el confinamiento masivo forzó a millones de personas a recurrir a las plataformas digitales para el comercio y la comunicación, fortaleciendo la posición de los feudos de la nube mientras el resto de la economía tradicional se contraía .

Una de las ideas fundamentales que subyace a la tesis de Varoufakis es que no solo el sistema ha cambiado, sino que la esencia misma de la explotación se ha mutado. La acumulación de capital ya no se produce exclusivamente a través de la plusvalía extraída del trabajo asalariado de los «proletarios de la nube», que son los trabajadores de las empresas capitalistas tradicionales sometidas. En el tecnofeudalismo, una parte cada vez más importante de esa plusvalía se desvía en forma de renta hacia los nubelistas. Más aún, un nuevo tipo de valor es creado a partir del «trabajo no remunerado» de los «siervos de la nube» que, de manera voluntaria, generan el stock de capital digital (publicaciones, fotos, videos) del que se apropian los feudos. Esto significa que la explotación se ha vuelto universal, afectando a la mayoría de la humanidad que contribuye con su atención y datos a la reproducción del capital en la nube.

II. La Nueva Estructura Social y el Cuestionamiento de la Conciencia de Clase

La transformación económica ha dado lugar a una reconfiguración radical de la sociedad en un nuevo sistema de clases. En la cúspide se encuentra la nueva élite dominante: los nubelistas, los ultrarricos dueños del capital en la nube. Debajo de ellos, se ubican los capitalistas vasallos, que son los productores tradicionales de bienes y servicios (desde grandes fabricantes hasta pequeños emprendedores) que ahora operan dentro de los feudos de la nube, pagando grandes rentas por el acceso a sus clientes.

Estos capitalistas vasallos a su vez emplean al proletariado de la nube, los trabajadores asalariados del viejo sistema que ahora están sometidos a una precarización y una aceleración de su trabajo para poder pagar las rentas a los nubelistas. Finalmente, la categoría más novedosa es la de los siervos de la nube. Estas son las personas que, sin ser trabajadores asalariados, realizan un trabajo gratuito y voluntario al interactuar con las plataformas digitales, generando el contenido y los datos que alimentan el capital de la nube. La conciencia de clase se disuelve en este sistema, ya que los siervos a menudo dirigen su ira y frustración hacia otros usuarios en lugar de hacia los dueños de las plataformas que los explotan.

Para ofrecer una visión clara de esta nueva estructura, se presenta una comparación de los tres sistemas socioeconómicos según los criterios de Varoufakis (Ver en la segunda placa)

Esta comparación es una herramienta analítica fundamental, ya que visualiza la tesis central de Varoufakis: el cambio no es una simple evolución, sino una ruptura sistémica. Al mostrar que la fuente de riqueza dominante ha pasado del beneficio a la renta de la nube y el trabajo gratuito, se subraya la idea de que las reglas del juego han cambiado de manera fundamental, lo que apoya la afirmación de que el capitalismo, tal como lo conocemos, ha muerto.

III. Las Implicaciones Geopolíticas: La Fragmentación del Mundo

El tecnofeudalismo ha provocado una profunda reconfiguración del orden mundial. En el último tercio del siglo XX, existió un pacto tácito entre las clases dominantes de China y Estados Unidos: la producción industrial estadounidense se trasladaba a China para satisfacer la demanda de bienes de consumo en Occidente, y los beneficios chinos se reinvertían en bonos del tesoro y el sistema financiero estadounidense. Sin embargo, la crisis de 2008 fortaleció la posición de China, que comenzó a acumular excedentes y a desarrollar sus propios conglomerados tecnológicos. El ascenso de gigantes como Baidu, Alibaba y Tencent rompió este pacto y dio inicio a una nueva guerra económica y tecnológica entre los superfeudos de la nube de Occidente y China.

A pesar de que los gobiernos occidentales intentan regular el poder de los feudos de la nube, Varoufakis argumenta que se enfrentan a una impotencia casi total. Los feudos han acumulado tanto poder económico y político que sus propietarios pueden desafiar a los Estados-nación. Aquí es donde se manifiesta una «cruel ironía»: el único poder político que ha demostrado ser capaz de someter a un tecnofeudalista, como en el caso del gobierno chino disciplinando al dueño de Alibaba, es el Partido Comunista Chino, un hecho impensable en las democracias liberales occidentales.

IV. El Debate Crítico: ¿Mutación, Evolución o Cuento de Hadas?

La tesis de Varoufakis no ha estado exenta de críticas por parte de otros teóricos de la izquierda. Algunos de ellos, como el economista francés Cédric Durand, prefieren utilizar el término capitalismo de plataformas. Si bien Durand reconoce la importancia del monopolio sobre la extracción de datos y la mutación que las plataformas digitales han provocado en el sistema, no llega a afirmar la muerte del capitalismo, sino que la considera una evolución o una deriva regresiva.

El analista Evgeny Morozov ha calificado la teoría del tecnofeudalismo como un «cuento de hadas que oculta la verdadera historia: la dominación de las bigtech». Para Morozov, la extracción de rentas por parte de monopolios y oligopolios no es un fenómeno nuevo; ha sido una característica inherente al capitalismo desde hace décadas. Del mismo modo, el autor Henry Snow cuestiona la validez de la distinción entre renta y beneficio en la economía digital. Argumenta que la rivalidad entre feudos, como la competencia entre TikTok e Instagram o entre Amazon y Alibaba, es en realidad una forma de competencia capitalista que desmiente la idea de la desaparición de los mercados. Snow también señala que Varoufakis toma demasiado en serio las promesas de los promotores tecnológicos, cuyo capital a menudo es puro «vapor», y que se equivoca al afirmar que los resultados de búsqueda no se venden, cuando en realidad son vendidos a los anunciantes.

Estas críticas sugieren que, al desviar la mirada hacia el mundo feudal, la teoría de Varoufakis podría generar un riesgo de despolitización y de pérdida del enfoque en la naturaleza inherentemente explotadora y desigual del capitalismo. La discusión se centra, en última instancia, en si el sistema ha mutado en algo cualitativamente diferente o si es simplemente el capitalismo en su fase más avanzada y total.

V. Estrategias de Resistencia y la Convocatoria a la Acción Colectiva

A pesar de su sombrío análisis, Varoufakis no es fatalista y propone estrategias de resistencia. Reconoce que el tecnofeudalismo ha levantado nuevas y poderosas barreras contra la movilización. El aislamiento físico de los siervos y proletarios, y el encapsulamiento de la interacción social en la nube, dificultan la acción colectiva tradicional. Además, el panóptico digital permite un control social más sutil y efectivo que cualquier régimen autoritario del pasado, ya que la vigilancia ubicua neutraliza la crítica y la convierte en un simple contenido monetizable.

Sin embargo, el autor sostiene que la misma infraestructura que crea la servidumbre digital (la nube) es, paradójicamente, la única herramienta viable para la resistencia a gran escala. A diferencia de las huelgas tradicionales que exigen un alto sacrificio personal, las nuevas formas de lucha en la nube ofrecen un «sacrificio personal mínimo que genera enormes beneficios colectivos y personales». Varoufakis imagina acciones como boicots digitales (detener la compra en un feudo de venta en línea) o huelgas de pagos (boicotear pagos a empresas específicas) para hacer caer el precio de las acciones de los nubelistas. Si bien ejemplos de boicots en redes sociales han demostrado la vulnerabilidad de las marcas, la complejidad de una huelga de pagos es alta debido a la dependencia de pequeñas y medianas empresas de los servicios de pago digitales.

La convocatoria de Varoufakis es a una gran coalición de las clases sometidas por los nubelistas. Esta alianza estratégica debe unir a los siervos de la nube (creadores de contenido), los proletarios de la nube (trabajadores de empresas vasallas) y los capitalistas vasallos (pequeños y medianos empresarios) en una lucha común para «civilizar, disciplinar o socializar el capital en la nube». Esta propuesta subraya que, dado el aislamiento y la precarización, el poder de los siervos no reside en detener la producción, sino en boicotear el consumo y la atención, elementos de los que los feudos dependen por completo para extraer renta.

Conclusiones y Reflexiones Finales

El planteamiento de Yanis Varoufakis ofrece un marco analítico y pedagógico de gran valor para comprender las mutaciones del poder en el siglo XXI. Su tesis de la muerte del capitalismo y el ascenso del tecnofeudalismo ayuda a visibilizar y nombrar dinámicas de explotación y dominación que, bajo la etiqueta de «capitalismo de plataformas», podrían parecer meramente una evolución natural. Al centrar su análisis en la primacía de la renta sobre el beneficio y en la emergencia de nuevas clases sociales, Varoufakis fuerza una reflexión sobre si las viejas herramientas analíticas y de movilización siguen siendo pertinentes.

Si bien su obra ha sido objeto de críticas sustanciales, que cuestionan si la extracción de rentas por parte de monopolios digitales es una ruptura o una culminación del capitalismo, la relevancia de su trabajo no disminuye. El informe de Varoufakis es una llamada de atención urgente. La pregunta fundamental que plantea no es solo si el capitalismo ha muerto, sino, más importante aún, cómo podemos luchar para que el sistema que lo ha reemplazado no sea aún más regresivo. La necesidad de una nueva narrativa y de nuevas estrategias de resistencia, capaces de unir a los siervos, proletarios y vasallos en una lucha común por el control de la infraestructura digital, es el legado más importante de este análisis. En última instancia, el debate sobre el nombre del sistema es un medio para un fin mayor: la búsqueda de una salida colectiva y organizada frente a la nueva forma de dominación de nuestro tiempo.

Texto producido por: JoseComunicando ☆


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