Por: José Fernández.-
Complicado expresar para quienes vivimos el día a día de la guerra fraticida de #Malvinas, más aún cuando a mi edad de niño (10 años) no me permitía entender lo que sucedía. Con el tiempo comprendí la demencial y criminal actitud de la Junta Militar para mandar a tantos jóvenes de 17,18 y 19 años a una guerra sin armas y dejarlos abandonados en el campo de batalla, contra una de las potencias bélicas mundiales.
Era claro: quienes no dudaron en exterminar a parte de nuestra juventud unos años antes, no dudaron de mandarlos a una guerra totalmente despareja en 1982. Los relatos post guerra abundan y supimos que varios de los oficiales entrenados en escuelas de guerra se rindieron sin haber hecho un solo disparo, Mientras que los conscriptos sin saber disparar, sin saber marchar o saludar a un oficial, combatieron con toda la fuerza y garra que tiene nuestro pueblo.
Las diferencias están claras: los “colimbas” luchaban contra los piratas Ingleses; los oficiales y mandos de la Junta Militar buscaban una salida decorosa al genocidio. Fórmula inimaginable, salvo en la cabeza de criminales que creen que un crimen se tapa con otro. Nos dejaron los muertos, nos dejaron mutilados, nos dejaron con deseos de olvido. Ahora me pregunto ¿Olvidamos?
Recuerdo aquella tarde, del 22 de junio de 1986, estaba solo en casa con la televisión prendida viendo el partido contra los ingleses, apenas habían pasado 4 años del fin de la guerra.
En el pequeño televisor de pantalla cuadrada la imagen de Maradona corriendo como loco, dejando ingleses tirados en el piso sin poder detenerlo, aún no se detiene en mi recuerdo. Y primero fue ese gol con la mano y sentir que no importaba la trampa. Sencillamente era una forma de devolver los servicios prestados. No eran tiempos del VAR y se festejaban a las anchas. Y luego, ver como desde la mitad de la cancha los ingleses eran sobrepasados, como si se trataran de jugadores inexpertos no alcanzando a Maradona que culminaba su carrera con aquel gol que nos devolvía una pequeña parte, muy pequeña, de aquella dignidad perdida.
En él corrían todos los chicos de la guerra, los que no escaparon de la bala inglesa, ni del suicidio post guerra que les impuso la junta militar.
Durante estos años pude hablar con esos muchachos ex combatientes, que solamente son 7 o 8 años más grandes que yo. Y en todos vi la derrota de la traición, la tristeza de dar todo mientras los mandos oficiales se cagaron en ellos. Vi sus miradas adolescentes (¿no se fijaron nunca en eso?, la gente queda congelada en su mirada), vi sus lagrimas detestando a Galtieri, lamentando a sus hermanos caídos en la Isla, en medio del frío, mientras el general tomaba su whisky.
Algunos de aquellos chicos de la guerra me contaron que no duermen por las noches, otros que no saben como superar las fiestas y sus ruidos de juegos artificiales, otros que no paran de llorar, otros que no soportaron y se fueron.
En estos días siento como dice la canción adaptada que se entonaba en las marchas por las calles en los años 80: “… somos de la gloriosa juventud argentina, la que hizo el Cordobazo, la que peleó en Malvinas, a pesar de los golpes y de nuestros caídos, la tortura y el miedo, los desaparecidos, no nos han vencido”.
Gracias Diego por aquel, nuestro gol.