Por; @Josecomunicando
Poder leer por primera vez una carta familiar que llegó 40 años atrás desde el Líbano es muy fuerte. Genera una extraña sensación donde el ayer, el hoy y el pasado se cruzan en una línea de tiempo cuya curvatura hace que nada de eso exista y que todo este vivido en ese, este tiempo.
La carta la escribió Salim Bitar, un tío segundo mío que vivía en Antelias, una ciudad costera ubicada a 10km al norte de Beirut. El texto escrito en árabe no guarda mayor importancia, salvo el mágico pedido de estar en contacto, conocernos, de verse los rostros, por lo menos mediante alguna foto.
Salim Bitar le escribe a mi tía abuela muy protocolarmente pero en un párrafo muestra un costado tan humano que me sorprende al decirle: “Espero que acepte un beso mío que lo dibujo al dorso de su mano”. No puedo parar de leer esta oración y de preguntarme: ¿Cómo será ese beso?
La carta con una foto llegó a mis manos hace un par de años, la misiva digitalizada me generaba intriga, y si bien varios familiares me dieron algunas pistas, esos textos en árabe se presentaban ante mí como enigmas que me llamaban a descifrarlos.
Por esas cuestiones de la vida y las tecnologías, mi amiga palestina Basema, llevó adelante la imposible tarea para mí, al traducir la carta y con ello descifrar el misterio.
A lo mejor, el gran enigma a resolver era saber que Salim Bitar, nieto de mi bis abuelo Issa Makhul Bitar, quería dibujarnos un beso en el dorso de nuestra mano y desde allí me invitaba cada tanto a que me quede mirando la pantalla con esa escritura que, más allá del tiempo, tenía algo importante para nosotros.
Es muy probable que Salim Bitar y mi familia de Siria y el Líbano ya no existan, ya que el imperialismo a causado mucha muerte y destrucción en la región, pero igual, esta noche yo quiero dibujarles un beso al dorso de sus manos. Y decirles: …disculpen la demora en responder…
José Fernández, bis nieto de Issa Makhul Bitar