América Latina no se da por vencida

Nuestro continente, no deja de sorprender. Cuando todo parece el fin de cualquier esperanza, algo se mueve, algo se fisura y las placas teutónicas de la historia hacen su trabajo.
Nada es casual, nada es imprevisto, solo alcanza con observar la lava que corre entre las heridas que va dejando el neoliberalismo a su paso, para evitar la sorpresa del hecho histórico.
Y de repente estalla la rebeldía en Colombia, se mueve la historia y ya nada será igual. Una joven sostiene un cartel en las barricadas de las calles de Barranquilla que dice: “Ellos tienen armas de fuego. Nosotros tenemos fuego en el alma”. Entonces el Plan Colombia encuentra su limite, las orgas paramilitares y narcos no logran disipar la dura realidad de unos de los países con mayor diferencia social del mundo. La represión con sus inútiles armas intenta ahogar en sangre la roca fundida que orada un andamiaje que no da para más. Los muros de contención sostenidos por la sucia plata solo demoran el nuevo sedimento de la nueva vida.
Entre las Cordillera de Los Andes y el Pacifico, al sur del nuestro continente el desperar de un pueblo pone en jaque una arquitectura diseñada desde la Escuela de Chicago y garantizada a sangre y fuego por una derecha que gobierna de modo fascista. El modelo ejemplar del neoliberalismo en la región se desploma con la “solides” consagrada por la fragilidad del marketing.
Fue el terremoto del pueblo el que de la mano su juventud gritó: «No son 30 pesos, son 30 años» de modelo pinochetista el cual fracazó y desde hace un par de años en las calles se le presentó dura batalla y ayer en las urnas, se le inicio la redacción de su acta de defunción, donde una nueva asamblea constituyente deberá debatir y aprobar una nueva constitución.
Tras los muros fronterizos del Neo Liberalismo, al sur del Río Bravo, hay pueblos que saben devolver la bofetada de las sangrientas palabras del ex-secretario de Estado y ex-consejero de Seguridad Nacional estadounidense Henry Kissinger quien en junio de 1970, unos meses antes del triunfo electoral del socialista Salvador Allende en Chile, sentenciara: «No veo por qué tenemos que esperar y permitir que un país se vuelva comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo».
No sabemos bien si estamos ante un nuevo oleaje de cambio social o ante un gigantesco acto de resistencia. Pero lo que si sabemos es que entre estas contracciones la tierra puja por nuevas revoluciones.
Mientras tanto, un joven en una barricada en Cali, Colombia toma un libro, quizás para pensar lo que está por venir.
Texto; José Fernández.-

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