En esta edición las lauchas circulan, circulan, circulan más allá del refugio. Circulan porque las atravesó la palabra cir-cu-la-ción, porque pensaron en los grandes nudos viales de velocímetros a cien por hora y pies temblorosos en el asfalto.
Nos circula algo que ya se mueve solo, nos circula el yo-nosotrxs-ellxs, nos circula aunque la muerte le ordene a las madres que sigan circulando: “circulen, madres, circulen”. Todos los días sale el sol, una flor que nace nunca pierde la fuerza de la explosión y la utopía en el horizonte nos hace caminar, movernos a contrapelo de los vende humo de la globalización.