Me recontra re mil cago en este sistema que ha puesto como forma disciplinadora, el tomar un arma para ajustar cuentas entre lxs de abajo.
El discurso de matar al «choro» ha llegado tan abajo, que este podrido sistema se sienta a ver como la carnicería toma forma.
Nada le devolverá la vida a ese adolescente, nada le dará ya vida al otro. Luego de percutar el gatillo nada hay, solo olor a inmunda pólvora quemada, que ensordece, oprime y mata a los dos. Y nos deja sin palabras a todxs.
Ahora vendrán discursos, y supuestos esclarecedores mensajes de aquellos que alimentan la muerte, apelando a «incomprensibles conductas», olvidando que son sus argumentos los que en definitiva hace que ese dedo gatille y continué gatillando.
La ruleta continua, la vida se va por nada.