Sentados sobre un noble animal, erguidos como figuras de gestas libertadoras, están los cuatro. En sus miradas no hay nadie que merezca compasión. No hay humanidad. Solo la soberbia de quienes se creen superiores.
De fondo, una casa de la pobreza derrumbada por la miseria del poder político y judicial. El trabajo, esfuerzo y esperanza, yacen apiladas y custodiadas por quienes han decidido arrastrarse y proteger el poder.
No conformes con quitar la vivienda a 140 familias, se tomaron la molestia de golpearlos, lastimarlos e insultarlos.
Pero con eso no alcanzó. En algunos casos vaciaron y arrojaron sus humildes muebles y ropas al descampado para luego pasar con sus topadoras y derrumbar sus paredes. El objetivo: garantizar que no sean recicladas las maderas. Luego fueron por las casas más sólidas y la mecánica del horror se repitió.
Pero el poder no tan solo le teme a la organización popular, también es enemigo de la solidaridad. Y sabiendo que late en las venas de lxs justxs hijxs o nietxs del cordobazo, montaron guardia para volver atacar.
Los cuatro jinetes parecen sentirse contentos, a lo mejor soñaran con una condecoración o un reconocimiento de su amo.
¿Esa noche, sentados en la mesa familiar, habrán mirado a sus hijos/as y les habrán contado como actuaron, como dejaron al desamparo, frio polar y abandono a 140 familias?
Con el fuego, topadoras y cerco mediático, pretenden que se borre de la memoria sus actos denigrantes. Pero nada de eso ocurrirá. El orgullo no esta de su lado.
Mientras tanto, la dignidad espera para contraatacar.
Texto: @JoseComunicando
Foto: Colectivo Manifiesto