El nacedor

 

Algunos sostienen que nació en mayo, hay quienes dicen que fue hoy, pero acuerdan que fue hace 93 años.

 

Ernestito; Ernesto, el chancho, el Fuster; el Dr Guevara; el médico de la guerrilla; el Che; el Comandante eterno; en definitiva, quien el dolor ajeno no le es indiferente.

Pensar en América Latina sin su paso por ella es como hablar de ríos sin agua, de sueños sin esperanzas, de vuelos sin aire.

 

El problema que tiene las derechas con el Che, es que no pueden borrarlo, que todo intento de querer digerirlo en la sociedad de consumo les rompe la dentadura, como bien lo señalaba el escritor Viñas.

Como sea, en el siglo que sea, pero más aún en estos pandemonios tiempos donde impera la lógica sanitaria neoliberal, volver al Guevara médico, es abrazar el lado humano de la salud.

 

«Cuando me inicié como médico, cuando empecé a estudiar medicina, la mayoría de los conceptos que hoy tengo como revolucionario estaban ausentes en el almacén de mis ideales.

 

Quería triunfar, como quiere triunfar todo el mundo; soñaba con ser un investigador famoso y conseguir algo que fuera útil para la humanidad.

 

Pero por una serie de circunstancias y también en parte por mi carácter, empecé a viajar por América y a conocerla bien.

 

Debido a las condiciones en las que viajaba tuve que entrar en estrecho contacto con la miseria, con el hambre, con las enfermedades. Me topé con la incapacidad de curar a un niño por la falta de medios y con el embrutecimiento que provocan el hambre y la represión continua.

 

Así comencé a darme cuenta de que había otras cosas en el mundo más importantes que ser un famoso investigador y realizar una gran contribución a la ciencia médica: Había que ayudar a esa gente».