Hace 90 millones de años la cordillera de los Andes se elevaba, y los dinosaurios dejaban su eterna huella. Lo que antes eran nutritivos valles, con el correr de los milenios se transformaron en agrestes montañas. Donde caminaban dominantemente los dinosaurios, hoy solo queda el impresionante registro de su paso.
Nuestra altura apenas llega a dos pasos de los titanes animales, nuestras verdades centenarias palidecen frente a esa última caminata. Pero insistimos en ser las certezas que serán devoradas por el tiempo.
¿Será ese nuestro juicio final? ¿La montaña dará testimonio de nuestros sueños?
– Pisada de un Sauropodo, en el farallón de huellas de dinosaurios de Cal Orck’ o (Cerro de Cal) Sucre. Bolivia-

Texto y foto: José Fernández