Golpeaba duro el caluroso enero en la ciudad. La larga caminata desde el centro hasta mi casa hacía que las cuadras derritieran cualquier posibilidad de abstracción. No había modo de caminar sin sentir el gomoso piso que dejaba aquel calzado formal que me acompañaba desde temprano en la mañana.
Las cuadras no pasaban y sobre las cuadras de la calle 27 de abril los árboles escaseaban, como lo hacen en todas las temporadas calurosas en nuestra ciudad.
Como punto de referencia tenía el cruzar la Cañada, esa era una metapsicología a pasar, para volver el contador de cuadras desde cero y de ese modo auto engañarme que faltaba menos.
Metros antes de llegar a la intersección sobre la Cañada, una figura me llamó la atención, al verla tan familiar me extraño sentirla tan ajena, debido a su postura fuera de ese tiempo que todo lo pulverizaba.
De a poco que me acercaba a la figura, mi sorpresa e incógnita se acrecentaba.
El cielo celeste, la nitidez de la luz y la calurosa esquina, hacían inexplicable la mirada hacia el cielo, como quién ve algo que no comparte.
Me acerque lentamente, me pare a su lado, observé infructuosamente en la misma dirección para constatar que mi visión no revelaba lo que sería evidente.
Quizás mi larga jornada de vendedor de parcelas había obturado la capacidad de observación, a lo mejor el calor ya cobraba su efecto en mi mirada.
Pero él estaba ecuestre, inmóvil, abstraído de cualquier efecto. Parado, mirando por encima de la arboleda del Marqués de Sobremonte. con su traje bancario, pantalón gris, camisa blanca y corbata a medio pecho, mi viejo parecía un enviado de la tira del Eternauta.
Me paré a su lado y no notó mi presencia, mire para descubrir lo que él veía y no percibía lo “evidente”. De repente me dijo sorprendido. ¡¡¡ Hola José !!! Ante lo cual yo le pregunte sin mediar saludo, ¿Que estás viendo? y me respondió con total seguridad y obviedad: “Está por llover”.
No obtuvo respuesta, ya que me dejó sin palabras. Cruce la Cañada, para no molestarlo, al pisar la otra cuadra note que continuaba mirando en la misma dirección, el nítido celeste cielo.
Volví a levantar la vista, apuré el paso, a lo mejor… quien sabe…..